miércoles, 24 de diciembre de 2008

Navidad en Córdoba

Estoy en una vereda céntrica, más bien en una baldosa, sin poder siquiera moverme (como a mí me gusta hacerlo, libre), cada vez que quiero dar un paso un maremoto de brazos y piernas me detiene nuevamente, intento pegar un salto acrobiótico pero soy poco hábil, abro bien grande mi boca y grito pidiendo auxilio, todos los peatones me miran asombrados (algunos se asustan de ver mi descontrol), observo un hueco y me decido a ocuparlo con tal mala suerte que recibo un pisotón de una gorda urgida en ingresar a una zapatería (obviamente, me ganó el espacio), pienso, intento acomodar las ideas, un enjambre de rostros desesperados por llegar no sé dónde (aunque lo presumo) me desacomodan lo poco que atiné a pensar, nuevamente estoy abstraído, miro el cielo, una avioneta pequeña arroja papeles con ofertas, la gente se arremolina frente a los comercios, recibo un codazo de un hombretón musculoso que se abre paso, continúo sin lograr, siquiera, dar un giro, unos niños con juguetes en sus manos me confunden con una estatua, se ríen de mí, logro zambullirme en otra baldosa, alcanzo a tomar mi celular e intento discar, imposible, mis brazos están rígidos, momificados por el apretujo de la gente, las horas pasan, sigo en la misma vereda, recuerdo un ejercicio de yoga, medito un buen rato, siento como un soplo de aire, mis ojos están cerrados, el murmullo decae, mis músculos se relajan, abro los ojos, no sé cuánto tiempo ha pasado, supongo que es mucho, las calles de la ciudad están casi vacías, olvidaron un pan dulce en el suelo, lo levanto, tiene buen olor, camino solo por las veredas céntricas masticándolo, tengo sed, recorro todos los kioscos buscando una gaseosa, todos tienen el mismo cartelito: Recuerde que es Navidad. Este negocio no abrirá sus puertas.

1 comentario:

Garabatos dijo...

Feliz Navidad para vos y tu hermosa familia, Bochi.

Besos, alejo.