Recuerdo que años atrás una amiga, en ese entonces directora de escuela, mostró su preocupación y disidencia por una investigación periodística que resaltaba el enorme grado de repitencia escolar que mostraban los alumnos cordobeses. Ella, una mujer apasionada (y muy sensible) en conocer e investigar la estrecha relación existente entre la educación y el desarrollo de un país, me decía que el eje de la discusión debería ser cuántos de los niños y jóvenes completan el ciclo educativo y qué porcentaje abandona. Que lo extremadamente grave es la deserción, la expulsión del sistema educativo de hombres y mujeres con un futuro simbólico-cultural reducido a la nada.
Pensé en Sarita leyendo esta nota y me dejó bastante preocupado.
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