Son esas
noticias que a uno le humedecen el paladar de placer: se vierte el mar de uva en una copa mientras sus olas tintas bailotean en el fondo, se lo huele como a un perfume francés y, finalmente, como un dios purificador, dejamos que se deslice hacia nuestro interior.
Después, no queda más que celebrar junto a una bella mujer o los queridos amigos de siempre.
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