miércoles, 25 de agosto de 2010

El derecho a ser informados

El principio fundamental que debe guiar la función del periodismo (no me cansaré de repetir) es que la gente, el ciudadano, tenga acceso libre a la información. Todo, absolutamente todo lo que dificulte esta premisa básica, atenta contra la libertad de expresión. Y en esto no hay tu tía.
Forma parte, no seamos tan ingenuos, de lo que se conoce como lucha de poder. Por un lado, los gobiernos a los que, sin distinción en el mundo entero, les preocupa que los medios no cuenten lo que ellos quieren que se sepa, o, a la inversa, que informen lo que se quiere ocultar. Por el otro, los grandes medios de comunicación travestidos en enormes empresas periodísticas, que imponen las agendas cotidianas y que tratan de influir o en direccionar el pensamiento colectivo. Es decir, se esmeran en que la gente opine como ellos, que se convierta en una locutora de sus intereses ideológicos y económicos.
En esta intrincada lucha de intereses, se inscribe el caso Papel Prensa. Después de siete largos años, el gobierno kirchnerista se acordó de que Clarín y La Nación monopolizan el papel. En su embestida, no obstante, se acordó de que la justicia (y no el Estado) es la que en definitiva deberá resolver. También es bueno que sea el Congreso el que dirá si corresponde declarar de interés público su manejo (a propósito: ¿quién será el encargado de distribuir los cupos?). Por su parte, ya no quedan dudas de que el traspaso de las acciones a los dos principales diarios en plena dictadura exigió una contraprestación: silenciar las atrocidades que se cometían. Además, ¿qué ocurriría si Herrera de Noble, Magneto y los Mitre se ven obligados a compartir sus exhorbitantes ganancias con otros medios? Seguramente el cinismo por defender la libertad de expresión brotará como los mosquitos en pleno verano.
El único modo de evitar seguir siendo el jamón del sandwich, es que los argentinos, los únicos depositarios del derecho a ser informados pluralmente, dejemos de jugar a la mediocridad, seamos capaces de pensar por nosotros mismos y nos convenzamos de que la política, no los políticos, es la que, nos guste o no, marca con sus huellas nuestra vida cotidiana.

No hay comentarios: