martes, 9 de marzo de 2010

Morir en vacaciones


La tragedia sale a la luz cada vez que el Estado, ese enorme tiburón burocrático al que sostenemos con nuestros magros salarios, mira en la dirección contraria a las urgencias de la gente. Y, en la medida en que su inoperancia no nos toca de cerca, nosotros (los ciudadanos)también nos desentendemos. Como si fuese una bala mortal que ni siquiera nos roza.
El fallecimiento del turista por falta de atención revela que la vida en Córdoba vale poco y nada, y que, de haberse puesto un poquito de voluntad, se hubiese podido evitar. No le exijamos sensibilidad al sector privado que siempre privilegia su costado económico. Sí lo hagamos con los gobiernos de turno que, como en este caso, terminaron trasladando a empleados del Hospital Misericordia por denunciar la grave situación, en lugar de tener camas disponibles para socorrerlo.
El hilo maldito siempre se corta por lo más delgado, con funcionarios que siguen en sus puestos sin que se les mueva un pelo.

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