miércoles, 2 de junio de 2010

Miguelito

Se cumplió un año del adiós definitivo de mi hermano Miguel. En las Altas Cumbres, donde nace el río Mina Clavero, leí este poema al despedirlo. Les cuento que lo extraño muchísimo y que esta ciudad, sin él, ya nunca será la misma.

Tributo

Ahí estás
Tendido en el crepúsculo mirando al cielo
Jugando a no respirar
Soltándole la mano al mundo que te retiene incrédulo
sin entender tu postura lúdica
Curioso de tus pupilas
esperando un guiño
por si acaso
Pero sigues ahí
dormido
Fiel al silencio condolido del viento
que entra por la habitación
Único erudito
en descubrir tu táctica
de Miguel en reposo
en paz
Decides
que el alma te guíe
por los pasillos de tu casa
Comes
Bebes
tu propia templanza
Y permaneces
así
como un fantasma acogedor
sobrellevando la propia ausencia
No te detienes
Sigues viviendo
entre la mesa de un bar
rodeado de hermanos
tus hermanos
de sangre coagulada en amor perenne
Compartiendo
los instantes de una foto de candor en sepia
Prosigues
rebobinando el tiempo
a tu antojo
Desviviéndote en plácida dulzura
dando de comer vida a papá y mamá
que
lejos de su terruño
vomitan su dolor por Gustavito
Y los cobijas
en tu corazón de árbol
sin importar que tus ramas
se van quedando sin gajos
sin pájaros
sin tu propio bastón de savia
Y a medida
que el tiempo se diluye
sigues desnudando de vida
tu propia vida
Ominoso pecado
al que regresas
una y otra vez
Convencido
de que el amor
es desprendimiento
misterioso
como los augustos copos de nieve
de estas Altas Cumbres
que
sin estar advertidas
besarás para siempre con tus huellas
Una y otra vez
vuelves
como la marea
a golpear
las rocas de tu juventud
millonaria en gozo
por la democracia recuperada
Perfumada con el brizne del asfalto
en barrio San Martín
Sediento de tu amor por Laura
que pronuncia tu nombre con un beso
y hace estallar tu boca en centellas fulgurantes
Y no dejas
de caminar tu vida
caprichoso
desoyendo los recaudos
torpes
que te sugieren renunciar a lo que fue
a lo que fuiste
Como a las calles
de tu Dolores natal
que te observan
regresar
silencioso
sin dar crédito a tu obstinación
de abrazar a tus amigos
vigorosos témpanos
fieles
como los azahares florecidos de la Plaza Mitre
A compartir
la dicha de picardías adolescentes
Y tu casa natal
cobija al niño
que da sus primeros pasos
arropados en baldosas de algodón
en enormes patios
de tibia mansedumbre familiar
Finalmente
cuando todo tu ser
troca en vientos embrionarios
rociado de tu augusta génesis
regresas
al útero de mamá
sin sospechar
que
en ese preciso instante
estás siendo condenado a un destino de amor frugal
a dejarnos
en compañía de vos mismo
de los días con sus noches
de las flores con sus tallos
de las aves con sus vuelos
A recorrer el infinito que te abraza
para siempre.

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