viernes, 3 de octubre de 2008

Prejuicios siglo 21

¡Qué cosa los prejuicios, che!, del envoltorio que sean. Son, a mi modesto saber, estúpidos esquemas mentales y/o ideológicos y/o religiosos que nos impiden darnos una tregua y disfrutar de los resquicios que nos ofrece esta vida repleta de estrés, colesterol alto y nervios de punta.
Con el fin, entonces, de tirar por la borda estas amenazas contemporáneas, me propuse seguir la serie llamada 24 con el rol protagónico del rubio Kiefer Sutherland, hijo del actor canadiense Donald Sutherland (recuerdo su enorme papel como fascista en el film Novecento, de Bernardo Bertolucci). Sigo: la verdad es que me atrapó esta historia por su espectacular montaje, creatividad y recursos, ya que cada temporada se inicia y se resuelve en un solo día (de ahí su nombre). Y acá es donde entramos al tema de los malditos prejuicios. Que se trata de una serie norteamericana, que la pueden hacer porque la industria cinematográfica mueve millones de dólares, que son historias yanquis que nada tienen que ver con la realidad latinoamericana, que son formas de dominación cultural, bla, bla, bla.
La cuestión es que yo, dispuesto a ser engullido mansamente por el sistema imperialista que nada deja en pie, me senté, cigarrillo y vinito de por medio, a deleitarme con esta brillante ocurrencia televisiva.
Eso sí, tomé precauciones. De mi espalda colgaba un cartelito escrito en letras rojo fuego: "Prejuicios, go home".

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