De película

La atmósfera lucía triste, muy triste, acompañada sólo con la tenue luz del velador. Ella nos fue llamando de a uno, quería despedirnos. Insistió en reclamar la unidad entre sus hijos. El cura acababa de asegurarle que la paz de Dios ya no era una metáfora. Todo estaba , como corresponde, en su sitio. Sus ojos se cerraban escrutando el cielo, buscando, en éxtasis, las manos de su hijo Gustavo y de su madre que lucían centellantes. Mamá se sentía en paz.
De pronto, su mirada se posó de nuevo en este mundo. Y, sin quitarla de nuestra angustia, exclamó :
- Todavía no sé si me voy ahora o más tarde...
La carcajada fulminó el aire tenso de la habitación, distendiendo nuestros corazones pintados de muerte.