martes, 5 de abril de 2011

Mi Calle

Era tan cortita, que hasta los consquistadores del barrio San Martín no la incluyeron entre sus tesoros. Ocurre que, ante la prestancia del boulevard Los Granaderos, la pobre quedaba reducida a cenizas. Sin embargo, para nosotros sus moradores significaba, nada más ni nada menos, el obligado trayecto a casa. Además, su nombre no remitía a ningún héroe nacional lo que le daba su marcado carácter de enigmática. Y para los taxistas que se precian de escudriñar cada centímetro de la ciudad, ningún nomenclador la tenía entre sus páginas.
Entre sus vecinos supimos saborearla caminándola, empecinados, una y otra vez. Uno hacía unos pocos pasos y las históricas veredas nos conducían al límite de su continuación, dándonos la ilusión de haber recorrido buena parte de la geografía cordobesa.
Como olvidarla, si un retoño de vida de estudiantes transcurrió en ella.
Hoy su nombre fue reemplazado por el de no sé qué poeta alemán. Pero quién de todos los que supimos amarla podrá dejar que la inquisición arquitectónica del nuevo milenio nos obligue a borrar el recuerdo de la calle Unión.

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